SERVICIOS SOCIALES! (Y CIUDADANOS)
Uno, cuando se sienta a escribir estas inmisiones (acaso legítimas) que realizo en sus casas dos veces por semana, en ocasiones no es consciente de la repercusión de sus palabras. Es decir, frente a la pantalla en blanco de su ordenador, no sabe si le van a leer muchos, pocos o acaso ninguno. Si lo que dice va a ser objeto de críticas furibundas (algunas veces lo es) o bien de alabanzas. O simplemente si voy a entrar en sus hogares, y vamos a reflexionar juntos, que es la máxima aspiración de quien junta letras y frases.
El pasado martes titulaba mi columna ¿Servicios sociales? y les contaba la historia de un pobre hombre, con una enfermedad mental, que ha perdido su familia, y contra quien se han volcado sus vecinos de la comunidad de propietarios y ahora el Ayuntamiento de su localidad, que le embargaba su casa, la que era de su madre, por impago de IBI. El mismo Ayuntamiento que le había denegado sucesivamente cuantas ayudas sociales pidió. Esa era la historia, así de simple y así de cruel.
La repercusión fue grande, sinceramente. La primera en llamarme fue mi amiga Belén Acevedo, concejal de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Oviedo, para interesarse por la situación y decirme que era imposible que eso pasase en esta ciudad. Ya le expliqué que no era en Oviedo, que era un municipio cercano, pero no era de su competencia. Se ofreció en ayudar al protagonista de nuestra historia si era posible.
Pero, en cierto modo, el interés de Belén era obligado por su cargo público. No obstante, se lo agradecí. Lo curioso es que después me llamaron dos clientes y un amigo personal para que les contase la historia y ver si podían hacer algo. Con hacer algo se referían a poner dinero. A ayudar a un tipo al que no conocen de nada, del que solamente saben por una columna del periódico, y quieren sacar dinero de su casa para poder ayudar a este hombre a que pague sus IBIS y no le quiten la suya.
Un vecino del portal de mi despacho me dijo si podía darle el teléfono de nuestro protagonista. Me dijo que solamente podría darle 50 € porque tenía poca pensión, pero que si le servía para algo …
Y un señor me paró en la calle y me dijo que colaboraba con una ONG, similar a CARITAS pero sin perfil católico. Me pidió los datos de nuestro común amigo para que le atendieran los especialistas de la organización.
Llegué a mi casa noche satisfecho. La gente me ha demostrado que en estos tiempos que vivimos hay más solidaridad que trabajo, más amistad desinteresada que dinero, más amor gratuito que emprendedores….
Han pasado cinco días desde que contamos la historia de Manolo. Ayer vino a verme de nuevo. Casi no pudimos hablar. Se pasó más de veinte minutos llorando y sin poder contarme nada. Era la emoción de un niño metido en el cuerpo de un hombre de sesenta años. Solamente sabía decir “gracias”, pero no eran para mí, eran para ustedes, para todos los que, sin conocerle, han decidido poner un poco de lo suyo para hacer granero entre todos.
De lo poco que me dijo, entre lágrimas, fue que una mujer, a la que no conocía el pasado lunes, había ido con él al Ayuntamiento de su localidad y había prestado aval personal y solidario para garantizar el pago de Manolo de los IBI pendientes. Con eso, le han dado un aplazamiento a doce meses.
Hemos arreglado lo de Manolo entre todos. Nos queda aún mucho trabajo.
Pero que sepan que, en días como hoy, cuando uno se va a la cama, se siente orgulloso de la especie humana.