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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

UNA RAYITA Y CINCO MUERTOS

UNA RAYITA Y CINCO MUERTOS

 

         Aún estamos conmocionados por lo ocurrido en Badajoz hace unos días. Como sabemos todos, un autobús escolar volcó en una carretera secundaria con el resultado de cinco chavales muertos y varios heridos. Eran un equipo de fútbol que iban a jugar a un pueblo vecino. Ganaron el partido pero perdieron la vida. En apenas dos segundos, en una carretera sin curvas, la vida te cambio de tal modo que desaparece.

Y todo en un cruce con una excavadora. Que hace un giro extraño, que invade otro carril, que obliga al autobús a salirse… un accidente. Ya saben, imprevisible e inevitable. O quizá no. Quizá si el conductor de la excavadora no hubiera consumido cannabis y cocaína previamente, este domingo los cinco chavales volverían a jugar.

Aprendimos durante años la tolerancia cero en carretera, y conseguimos situar las cifras de muertos y heridos en cánones desconocidos en Europa, nunca imaginados. Pero poco dura la alegría en casa del pobre. Esta Semana Santa ha cambiado la tendencia y ha habido más muertos que el año anterior. También en el puente del 1 de mayo. Y ahora, con el accidente de Badajoz, la verdad es que la cosa se pone negra.

Por eso, a tipos como este, que es capaz de fumarse unos canutos, meterse unas rayitas y luego subirse a una excavadora, yo le daría un castigo ejemplar. El seguro será el que pague los muertos, pero los muchachos no van a volver. Tiene al menos cinco homicidios por imprudencia, varias lesiones, y que rece porque no empeore ninguno más.

El español ha demostrado en siglos que solamente aprende a garrotazo. Triste pero cierto. Así que la modificación del código Penal en materia de tráfico está visto que se ha quedado corta. Nos quitan el carnet, nos tocan el bolsillo, nos amenazan que a la próxima a prisión, y sin embargo, hay desquiciados que se siguen poniendo al volante habiendo bebido o consumido drogas. Juegan con la vida de los demás – porque la suya propia me importa bien poco, y ojalá la hubieran perdido el día inmediatamente anterior – y creen que simplemente saben más que los demás. Nunca asumen que tienen una máquina de matar en sus manos. Y la usan bajo los efectos del alcohol.

Quizá el día que el Código Penal sancione a un tipo como el de la excavadora con veinte años de prisión, algún otro comprenderá dónde se mete antes de coger un coche, una moto o una retroexcavadora.

Hace unos años, un tipo borracho y sin seguro se saltó la línea continua en General Elorza, cambió de sentido abruptamente y golpeó a otro vehículo, haciéndolo volcar.  Ramiro, un ovetense que lo vio todo, llamó a la Policía Local y persiguió al tipo dando su localización por teléfono móvil hasta que la Policía le cogió. Tuvo que pagar una multa por hablar por el móvil mientras conducía y perdió tres puntos del carnet.

Aquel malnacido, un mes después, conociendo todos los datos de Ramiro que constaban en la instrucción judicial, le esperó a la puerta de su casa y le dio una paliza a Ramiro y su mujer, dejándole una rodilla maltrecha de por vida.

Cuando salimos del juicio por lesiones, un año y medio después, le pregunté a Ramiro si aquello había merecido la pena. Me dijo que sin duda, y que lo volvería a hacer esa misma tarde, si hubiere lugar.

Mientras haya tipos como Ramiro, los yonkis dejarán de andar en retroexcavadora y se pasearán por los patios de la prisión.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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