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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

AUSTWICH EN OVIEDO

AUSCHWITZ EN OVIEDO

 

            Hasta el próximo 12 de febrero los ovetenses podemos disfrutar en el Auditorio Príncipe Felipe de una magnífica exposición fotográfica denominada “Auschwitz – Birkenau: una mirada al pasado”. Son 25 imágenes, 25 momentos de uno de los momentos más aterradores de la historia reciente de esta Europa que ahora navega en aguas turbias, pero que, hace sesenta años, enfrentaba los momentos en que unos se mataban a otros en honor de banderas recién creadas.

 

            En ese lugar, uno de los más fríos de la historia, uno de los lugares más horribles que podamos imaginar, perdieron la vida casi 2 millones de personas. Se dice pronto, pero no soporta una reflexión con criterios mentales del siglo XXI. Allí perecieron cientos de miles de hombres y mujeres por el simple hecho de ser judíos, polacos, húgaros o gitanos.

 

            Conocí Auschwitz en el año 2007. Era el mes de marzo. Cuando salí de Oviedo, las mimosas tomaban las aceras de las carreteras locales. La primavera  comenzaba a luchar con los restos de un invierno que ya se sabía vencido. Los días habían crecido. En las mañanas se podía ver el sol.

 

            En Auschwitz – Birkenau hacía frío. Mucho frío. Se llegaba en un tren, como los presos en su día, pasando bajo el cartel de “el trabajo os hará libres”. Las celdas, poco más que meros almacenes de carne humana, hacinaban grupos de unas cincuenta personas, con camastros para apenas 15 de ellos. Nunca tuve valor para entrar en los crematorios. Creo que aún tengo en la pituitaria el olor a muerte que destilaba aquel infierno.

 

            Son muchas las historias que salieron de Auschwitz, pero son más aún las que se quedaron allí, las que concluyeron con las vidas de sus protagonistas, en un futuro inasible que finalizaba el mismo día que se pasaba la gran verja de entrada. Se decía que el único modo de salir de Auschwitz era por las chimeneas.

 

            Siempre preferí quedarme con las historias bonitas, que también las hay, aunque no abunden. Entre la basura, uno siempre puede encontrar un tesoro, y solamente depende de la avaricia de cada persona para dar valor a las cosas sencillas. Como la historia de Jerzy Bielecki, un polaco católico que entró voluntario a trabajar e el campo para poder rescatar a su novia judía. Ambos sobrevivieron y se casaron, viviendo juntos durante sesenta años. Las margaritas también crecen entre los despojos.

 

            Y ahora podemos aprovechar para hacer memoria. Memoria de hechos terribles que nunca debemos olvidar, porque orillarlos pueda llevarnos a cometer errores similares. En tiempos de apremio, cada uno mira por su propio interés y ve el enemigo no ya en el diferente, sino incluso en el vecino. Situaciones como esa son las que dieron lugar a desastres de los que la especie humana nunca se recuperará. Decía Jorge Luis Borges que “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.

 

            Quizá mirando estas imágenes nuestros espejos de futuro permanezcan incólumes.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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