SEMANA DE DELITO
Hace ahora un año escribía en estas páginas un artículo referido a la Semana Negra que titulé, “Semana de la fritanga”, lamentando aquello en lo que han convertido un evento literario que, en un tiempo, no tuvo parangón en España, y quizá tampoco en Europa.
A raíz de mis últimos comentarios en Facebook y Twitter acerca de la presente edición de la Semana Negra, que comete los mismos errores, acaso ampliados y refundidos, me escribía un lector a mi blog preguntando si no estaría mi criterio guiado por un poco de “pelusilla”, porque se celebra en Gijón y no en Oviedo.
Nada más lejos de la realidad. En alguno de los 232 artículos que ya he compartido con ustedes en estas páginas he dicho que hace mucho tiempo que ya no creo en localismos y que si queremos hacer algo en esta región, o luchamos juntos, o morimos uno a uno.
Pero es que tiene delito la organización de la semana negra. La que, les guste o no, huele a fritanga desde la playa, pero no la de Poniente, sino la de San Lorenzo. Una planificación en la que el espacio destinado a la literatura ocupa un pasillo y una carpa, mientras que las atracciones, puestos de comida rápida y juegos diversos tienen 30 veces más espacio.
Tiene delito permitir que un evento literario se haya transformado en una feria de pueblo, donde la noria es lo más cotizado, y muchos de los que pasean un recinto que parece ferial por el polvo del camino, como el del Rocío, desconozcan siquiera quienes firman libros o pasen por las casetas sin más interés que mirarlas de soslayo.
Pero lo que verdaderamente tiene delito, y esto sin exagerar, sino con terminología penal pura, es permitir que mientras que los escritores intentamos sobrevivir vendiendo libros de los que quien los crea apenas se lleva un 10 % en el mejor de los casos (2 € en un libro de 20, para que vean), se permita que, en un evento literario donde se habla incluso del daño que hace la piratería al mercado editorial, uno pueda encontrar puestos donde se venden falsos playeros New Balance (con la N al revés, por si sienten tentación), polos de Lacoste o Ralph Lauren, discos de Bisbal, Julio Iglesias o Rod Steward o películas como “8 apellidos vascos”, sabiendo que el cine español sobrevive de milagro a la actual coyuntura de miseria que nos asola.
Yo lo tengo claro. Entra un día la policía, invita a marcharse a todos los que venden productos falsos y, la segunda vez que vuelvan, requisa lo que encuentre. Pero claro, si uno dice eso, es un fascista, un reaccionario, ataca a la parte más débil del mercado del fraude, que son los que venden sobre la manta, y todas esas cosas que, de tanto escucharlas, ya me entran por un lado y salen por el otro.
Algunos deben entender que es mejor permitir que se vulneren los derechos de propiedad industrial de las marcas de ropa y la propiedad intelectual de cantantes, actores y directores. Porque eso parece que está más de moda. Pero no olviden que es un delito. Y que los delitos no nos duelen hasta que nos tocan de cerca.
Y los que escribimos novela, vemos cómo un evento literario permite que se vulneren los derechos de otros y no podemos sino indignarnos. Ya saben, un día vinieron a por los negros, pero yo no era negro ….
Así que no cuenten conmigo para vender libros o firmar ejemplares si a mis pies se vende el último disco de Alejandro Fernández por 3 €. Es una cuestión de mínima ética o moral. Esta crisis se nos ha llevado muchas cosas, pero el día que se nos lleve la dignidad, entonces nos habrá ganado.