Leo, en muchas ocasiones, al Arzobispo de Oviedo comentando el Evangelio de cada domingo desde estas mismas páginas que ya hace cuatro años que ustedes me permiten ocupar. Explica lo que significa la lectura de cada domingo y pretende expandir el Evangelio, labor que Jesús les confió a sus apóstoles, de los que la Iglesia es heredera.
No acudo yo mucho a los templos los domingos, Dios me perdone, pero el pasado domingo, por una razón o por otra, contaron con mi presencia. Y la verdad es que salí asustado.
Una de las iglesias de esta capital Heroica, celebra a las 12 de la mañana la misa que llaman “de los niños”, pues está dedicada a los que harán la primera comunión en breve plazo. El primer detalle es el ímprobo esfuerzo del sacerdote para hacer que los pequeños, durante una hora, no se muevan constantemente, no quieran irse a jugar, no abandonen. Charla con ellos, canta con el Coro, les saca al Altar. Los críos leen muchas oraciones, los críos cantan, los críos opinan. Hasta aquí estupendo. La verdad es que pensé entonces que la Iglesia realmente se había modernizado y había comprendido que hay que hacer atractiva la eucaristía.
El problema es que los curas, incluso los jóvenes, como es el de esta parroquia que les cuento, tienen instrumentos de hace veinte siglos, y con ello es difícil penetrar a mentes del siglo XXI. Es duro enfrentar el Evangelio a la WII. Sinceramente es imposible. Es batalla perdida de antemano.
Llegó la primera lectura y una niña de unos ocho años, que por supuesto no entendió nada, nos habló de una mujer, que debía ser hacendosa. Que Gloria Eterna a la mujer que cuida de su casa y su marido, y coge el lino y sabe tejerlo, y hacer ricos alimentos. Como se lo cuento. Ejemplo de paridad manifiesta.
Yo pensaba que era difícil que niños que crecen en la igualdad casi obsesiva, asumieran lo que les cuentan. Entonces llegó el Evangelio. La parábola de los Talentos. No la recordaba, ya les digo que tengo olvidadas algunas asistencias. Y contó cómo el jefe de una empresa dio tres talentos a un empleado, cinco a otro y uno a otro. Los dos primeros duplicaron los talentos, pero el tercero, temeroso de su jefe, lo enterró para no perderlo y devolverlo. Al volver, el jefe o Señor, le reprimió, indicando que sabía que a él le gustaba “segar donde no había plantado y recoger donde no había sembrado”. Expulsó a su empleado por inútil y holgazán.
Ahí lo tienen. A mí me temblaban las piernas. Ahora intente usted explicarles la parábola a los niños. Y a mí si puede, de paso. Tras la primera lectura sexista, el Evangelio agresivo de un modo monstruoso.
Salí a las calles de Oviedo con la necesidad de un caldo para el frío que provoca el miedo. Creo que aún lo tengo. Me estoy pensando volver o mantenerme un tiempo en barbecho.
La Iglesia Católica necesita cambiar, sinceramente. No puede manejar materiales del siglo “0” sin haberles dado siquiera una pátina didáctica, sin adaptarlos a un siglo nuevo, o a 20 después. Uno de cada tres católicos salía y sale de Hispanoamérica, pero también es cierto que ya ni la cantera responde. En el último decenio, uno de cada tres católicos hispanoamericanos ya es protestante.
Necesitamos una Iglesia 3.0. Si no, me temo que en una generación, en Oviedo nos van a sobrar iglesias.