ORDENANZA, DEL INFINITIVO …ORDENAR
Con el cuerpo caliente del exconcejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Oviedo, algunos (y no siempre con cargo político) porfiaron por culpabilidades inexistentes, inventaron cifras que gritaron sin base ni criterio, imputaron – y no en sentido penal – las siete plagas y el Ébola, y se alegraron de que alguien pasase dos años de proceso judicial. Esos, que tanto disfrutaron viendo la paja en el ojo ajeno, hoy no les he visto diciendo que, acaso, solamente acaso, se habían equivocado, y de lo que habían dicho nada, que lo imputado no era cierto, que no había un caso general que crear y que quizá había desorden, pero no existía ningún delito.
Pues bien, acabado el funeral demasiado pronto para algunos, que hubieran disfrutado de un velatorio de varios días, incineración y dos misas, parece ser que pasamos del desorden al orden estricto. Como los trapenses, cistercienses de orden estricto, ahora queremos cumplir todo lo cumplible, sea Ley, Decreto o instrucción de un subsecretario.
Todo ello a cuenta de la nueva ordenanza de terrazas. Hemos pasado de no tener nada que regule la ocupación del suelo público más allá de unas instrucciones anuales del Concejal de turnos, a querer legislar cada detalle, y me temo que sin mucho éxito. Hemos pasado de que se dijera que existía trato de favor con los hosteleros a que éstos pidan la dimisión del Concejal de Urbanismo y digan que el ayuntamiento ni les escucha ni les entiende.
La nueva ordenanza obliga a retirar las mesas y sillas al menos 2.5 metros desde el frontal del negocio. Es decir, nunca pegadas a la fachada. Al parecer es una cuestión de accesibilidad. Y no pueden tener más anchura que el escaparate del negocio del que dependen. Imaginen ustedes las terrazas de Milicias Nacionales o de Palacio Valdés. No queda una.
Acaso la nueva normativa solamente piensa en la Avenida de Galicia, donde hay que, ciertamente, hacer una suerte de slalom para llegar al final de la calle, y quizá para una silla de ruedas pueda ser muy difícil. Pero no ocurre en ningún otro lugar de la ciudad, y por ello no se puede legislar pensando en un lugar, hay que pensar en muchos, hay que pensar en todos.
Creo que ni siquiera en la ruta de los vinos hay problemas, pero sin duda los habrá si hay que retirar 2.5 metros desde la fachada. En el centro hay un carril para los vehículos de los garajes, y la normativa prohíbe cruzar la vía, aunque sea peatonal, para atender las mesas. Así que tampoco ahí se podrá trabajar en condiciones.
Así que ahora toca hacer “cocina”, pero no en los establecimientos hosteleros, sino en una mesa de negociación donde acaben entendiéndose el Consistorio y una de las mayores riquezas de la ciudad, su hostelería, sin olvidarse de que las sillas de ruedas son absolutamente prioritarias.
Ya pasaron los funerales de los muertos que siguen muy vivos y ahora toca trabajar. Sin pasarnos, sin querer cambiar lo que había, que no era nada, por algo que sobrerregule una realidad compleja y diversa. Nuevamente, la normativa que mejor se aplica es la que no precisa usarse. Y esa solamente nace del consenso previo. Ordenar y sancionar nunca son remedios paliativos.