HASTA PRONTO, ANTONIO
Como todos ustedes saben ya a estas alturas, el pasado viernes apareció en el Parque de Invierno el cuerpo sin vida de Antonio Mijares. 29 años. Abogado. Joven, activo, ejemplar. Con esto se podría decir todo.
He decidido esperar unos días para poder pasar la desgracia por la garganta, con su sabor férrico, y también para acercarme a ese parque de invierno donde habitualmente hago Running, que ahora ya será el lugar de la muerte de Antonio. Días después, cuando todo reposa, uno sigue sin creerse lo que ha pasado.
La muerte escribe guiones complicados, siempre creados entre el mal y la penuria, entre el odio y la desmesura. Capaz de herirnos de un modo tan feroz que priva de vida a quienes rodean al que se lleva. Guiones que, no porque hayamos visto miles de veces, dejan de dañarnos a cada nueva ocasión.
Todos los que conocían a Antonio lloraban el pasado viernes sin consuelo. Desde su amiga Teresa, que me dio la noticia en mi despacho profesional, para la que no había consuelo. Para quien no existían lágrimas, para quien el alma se le acababa de romper por dentro, y creía que no iba a poder recuperarla. Para todos sus amigos, los de una generación que aún no ha debutado en la treintena, hay cosas inexplicables, y la muerte lo es siempre. Porque se lleva lo que queremos y nos deja vacíos, yermos, sin comprensión posible a que este mundo, que lleva miles de millones de años rodando, se acabe de modo injusto una mañana para quien seguro que no lo merecía.
La calavera con la guadaña teje sus planes en nuestra cabeza en oscuras noches de tormenta, y no somos capaces de comprenderlos, ni en la nuestra ni en la ajena. Esa misma tarde leía unos preciosos versos de XUAN BELLO, en las redes sociales, también colapsado por el dolor y la incomprensión, como muchos, como todos.
Su familia, juristas reconocidos en esta ciudad, aún intentan leer ese guion malévolo que les ha tocado en casa y que quizá jamás serán capaces de asumir. Nadie puede entender lo ocurrido, nadie puede querer entenderlo. Solo ella, la muerte atroz, se regocija de haberse llevado a uno de los nuestros, joven y bueno.
Luanco se quedó pequeño el pasado sábado para su funeral. El domingo, el Tartiere le homenajeó con su silencio respetuoso. Porque no conozco a nadie que hablase mal de Antonio. Siempre una sonrisa en la boca, como esa imagen que hemos visto en estos días en las redes sociales. Siempre una palabra amable. Siempre un gesto para ayudar.
Te lo has llevado, sí. Esta vez nos has ganado, y nos has causado mucho dolor.
Pero mucho de él se queda en esta ciudad, en sus amigos, en quienes le querían que son todos.
Y, allí donde esté, estoy seguro que ya están sonriendo. Con eso no podrás. Su eterna simpatía y bondad le acompañarán allá donde esté. Esa batalla, con Antonio, la tienes perdida.