DE CÓMO GESTIONAR UNA CRISIS
Todos hemos estudiado Filosofía. Hubo una época en este país en que los planes de estudio los hacía gente que sabía a qué se dedicaba, y nos enseñaba la Historia de la Filosofía, de los modos de pensar desde antaño, de cómo el hombre fue resolviendo los conflictos que le asediaban. Pasamos por Platón, por Sócrates, y conocimos a Kant. Y todos ellos, desde el clasicismo del momento que vivieron o los países que se desmantelaban, nos enseñaron el modo en que gestionar un momento de crisis, ya sea uno gobernante de una gran nación o presidente de una comunidad de vecinos.
De ellos aprendimos que, con independencia del momento histórico que a cada uno le toque, hay una serie de patrones que se han convertido en ley durante 20 siglos, y que, salvando la personalidad de quien la enfrente, son los únicos medios para salir de un atolladero.
En el Asturcón tenemos una crisis. Y gorda. Acudamos a la filosofía (y a la fisiología, me temo) para examinar la corrección de lo que estamos viendo. Todos sabemos que puede uno enfrentarla de dos modos antagónicos. Desde la empatía (poniéndose en el lugar de los usuarios e intentando comprender sus razones y darles una solución, en tanto ciudadanos de Oviedo y por ello acreedores del respeto y comprensión de sus gobernantes) o desde el poder imperativo (diciendo que se acabaron las contemplaciones, que el centro se cierra y que el que no salga, le pondrán el animal en la calle y que le sancionarán por cada día de estancia indebida). Todos, aunque no sepamos más que la filosofía básica, conocemos que ambas situaciones suelen ser consecutivas, pero tienen una prelación temporal.
Primero uno busca la empatía y, de no lograrla, impone la actuación imperativa. Justo al revés de lo que ha ocurrido aquí, donde se prometió, a las 24 horas de formar gobierno, que el Asturcón era un negocio de los amigos del PP y que todos a la calle. Después se intentó usar la empatía, cuando uno conoció que lo que criticaba no era lo que le habían contado. Todos sabemos que cuando uno ha dado un puñetazo en la mesa, es difícil que le permitan, con posterioridad, pasar la mano por el hombro.
También aprendimos en aquellas lecciones de BUP, y en las lecturas posteriores, que cuando el pueblo se siente engañado por el gobernante, la confianza no vuelve en modo alguno. Que ya no hay razón pura ni práctica que pueda aplicarse, y el gobernante ha de acudir a Maquiavelo, pero el pueblo también lee, y le ve venir de lejos.
Entonces el gobernante, ya maquiavélico, busca aliados a los que trufar con alguna insidia (pongamos por ejemplo una Federación de Hípica del Principado de Asturias) para poder salir del atolladero. Con promesas vanas y perjurando que los ciudadanos conocen y toleran la intervención del tercero, le convence para aliarse con su poder depauperado. El problema reside cuando el tercero, que también lee y estudia, se percata de que ha sido utilizado para los aviesos fines de quien le contrató y reniega del uso que pretenden darle, para esquivar los legítimos fines del ciudadano.
A partir de aquí, usada la fuerza de la “potestas” y desposeído el gobernante de la “auctoritas” que acaso nunca tuvo y no supo ganarse; agotada la empatía que se intentó utilizar cuando ya era tarde; y empleada de modo desafortunado la alianza con terceros, al gobernante solamente le queda la salida digna del abandono de un poder que no merece, que no ha sabido ganarse, o que es incapaz de desarrollar en condiciones de respeto por sus ciudadanos.
Al gobernante, pueden llamarle Alcalde de Oviedo. El resto, es la crónica filosófica de lo acaecido en un centro ecuestre en apenas diez meses. La historia del pensamiento, como ven, más viva que nunca.
PD. Y la senda del Parque de Invierno, cerrada a cal y canto. Otro polvorín que cada día tiene más aspecto de explotar. Espero que no nos toque volver a hablar de Maquiavelo.