DÍA MUNDIAL DE LA FIBROMIALGIA
El próximo jueves día se celebra en todo el mundo el día de la fibromialgia. Ese día se estableció en homenaje al nacimiento de Florence Nightingale, considerada pionera de la enfermería moderna que, en épocas de guerras atroces, consiguió reducir la mortalidad del 42 al 2 % aplicando métodos de sanidad y limpieza desconocidos previamente, y esenciales en cualquier procedimiento médico.
Entre un 3 y un 6 % de la población mundial padece fibromialgia, ya saben, según su definición etimológica, dolor muscular. Lo verdaderamente difícil de esta enfermedad es sentir un dolor atroz, que algunos llaman de “perro mordiendo” o de “cuchillo cortando” sin poder hacer nada para remediarlo, más allá de tomar cualquier analgésico.
Hasta hace apenas dos decenios, se llegaba a decir que los dolores de la fibromialgia eran somáticos. Es decir, que no padecían ninguna enfermedad concreta, sino que se quejaban de dolores que no tenían ningún motivo médico. Baste decir que solamente es reconocida como enfermedad por la OMS desde el año 1992 (el otro día, como quien dice) con lo que hemos de pensar la cantidad de gente que pasó una vida entera con dolor y nadie podía darle nada que lo mitigara, porque, al menos conforme a la doctrina, no estaba enfermo.
Es como la celiaquía, que ahora parece tan extendida, y que recibe tratamiento especial y ayudas estatales – pocas, la verdad – y que, hasta hace apenas dos decenios, era simplemente una situación que padecían aquellos que tenían malas digestiones. Se le daba quinina y manzanilla a quien tenía un proceso endémico que necesitaba una cura y un tratamiento de por vida.
Los pacientes de fibromialgia padecen una situación similar. Su problema es que significan un número escaso en el ratio mundial de gente enferma y, por eso, se les presta solamente la atención que un sistema sanitario que piensa en cifras económicas y no en terribles dolores musculares, puede otorgar.
Por eso, el próximo jueves pido que nos tomemos un ratito para pensar en ellos. Les verán en las calles, con sus mesitas, indicando qué les ocurre, lo poco que se les ayuda y pensando, no acaso en ellos, sino intentando que se investigue para las futuras generaciones. Para que a ellos no les den un gelocatil en urgencias de cualquier centro sanitario del mundo para paliar una enfermedad grave.
La investigación es la clave. Tenemos miles de científicos intentando acabar con un cáncer que nos mata todos los días, pero no podemos ni debemos descuidar otras enfermedades, que sin duda matan menos, pero deja muertos en vida, incapaces de levantarse de una cama con un dolor muscular agudo del pelo a los pies, y para los cuales no hay sino medicación genérica y tratamiento inespecífico.
Hemos creado medios de curar la obesidad mórbida, de auxiliar a las víctimas del tabaquismo, de sacar a la gente de la heroína con un mono físico insoportable, pero aún estamos lejos de quitarles el dolor a quienes, de repente, se les parte la columna vertebral o les tiemblan los brazos de un modo que les hace incapaces de gobernarse por sí mismos.
El jueves 12 es el día mundial. Un recuerdo, un detalle. Un pensamiento, o una ayuda económica nimia es suficiente para quien sigue pensando que el día siguiente ha de ser mejor. La visibilidad de su enfermedad es el primer paso. Si lo logramos con nuestra modesta reflexión, estamos suficientemente premiados.