Por María de Álvaro:
Querido Cayetano, seguro que recuerdas el día que cambiaste la Play Station por la muleta. Seguro que recuerdas cómo nadie se fíaba de ti, como todos pensaban que venías al ruedo a tocar el ¡Hola! y no a tocar pelo, como creían que eras un modelo de Armani que a veces cogía un capote. Pero tú, querido Cayetano, eres un torero. Uno de los de antes, como lo fueron tu padre, tu abuelo y tu bisabuelo. Y los toreros como tú, toda la vida se dijo, estáis hechos de otra pasta. Así que no nos plantes, guapo. Te lo pido por favor y, si hace falta, de rodillas, por más que esté feo rogar a un hombre. Y, además, no sirva para nada.