Por María de Álvaro:

“El error está en que ha solucionado usted el problema en lugar de reflexionar sobre él”. Oí esta frase hace un par de días en la Escuela de Arquitectura de La Coruña y desde entonces no he podido dejar de darle vueltas. La frase la pronunciaba un señor gordo y calvo, una eminencia, al parecer, en materia de estructuras, de estructuras de edificios, se entiende.

Oí esta frase hace un par de días y desde entonces no he podido dejar de pensar si no será éste un error recurrente, si no nos pasaremos la vida solucionando problemas sin reflexionar sobre ellos. Y así nos luce el pelo. Pero después de dos días creo que he llegado a ver las ventajas de no ser de hormigón armado ni de acero cortén. Porque nosotros, los humanos, a diferencia de un edificio de viviendas o de un aulario, podemos derrumbarnos sin causar víctimas. Sin provocar siquiera daños materiales. O haciéndolo, pero sin tener que dar cuenta después a un juez. Con suerte, ni a nosotros mismos.

Ser de carne y hueso, y de sangre y de agua y hasta de más grasa de la que nos gustaría; no tener a veces ni estructura y la mayor parte del tiempo vivir sin pilares fijos tiene algunas ventajas. Y la principal es que uno puede ir solucionando problemas según se van presentando. Puede bajar la basura, hacer la compra o llegar tarde a trabajar sin plantearse dudas existenciales camino del contenedor, del Supercor o de la oficina. Que un edificio se cae y no se levanta. Pero usted y yo sí. Y es una suerte.