Por María de Álvaro:
Entró en el aula quitándose el abrigo y tarareando aquella de Rocky, la musiquita que sonaba cuando Stallone subía sudando escaleras y escaleras. Entró en el aula a paso firme, tan pequeña y tan grande como es ella. Segura, aunque solo fuese en apariencia. Y sonriendo, como lo hace a veces, que tampoco es cuestión de derrochar.
A los 20 minutos había salido, igual de pequeña, igual de grande. Porque habían pasado 20 minutos, pero en realidad acababa de dar carpetazo a seis años de entrenamientos, de pegarse con más Apollos que el mismísimo Balboa. Y esta vez, como tantas veces, había ganado la pelea.
A Julia le quedan todavía muchos combates. Pero las chicas como ella saben ganarlos. Seguramente porque también saben perderlos. Felicidades, arquitecta.