Llego en el 82, como Naranjito. Vino a El Molinón, a aquel Alemania-Austria que terminó saliendo en las páginas de sucesos de El Comercio. Por ‘amañao’. Y se quedó. Porque en la vida, como en el fútbol, las cosas no suelen suceder como se habían planeado. Unos lo llaman casualidad, otros destino. Él, simplemente Ana. […]