La Viceconsejería de Política Lingüistica del País Vasco (imposible de escribir en euskera, perdónenme los puristas) acaba de añadir una cláusula en su política de subvenciones para prohibir, ex profeso y literalmente, dar dinero público a proyectos que “incorporen elementos ofensivos para los ciudadanos ni otros que sugieran o justifiquen la violencia”. Y una, que es una inocente, se pregunta, ¿qué pasa, que hasta ahora sí se subvencionaban?
Tenemos en nuestro pequeño y congelado Principado una cosa parecida, la Oficina de Promoción Llingüísitica (esto sí sé escribilo) en la que, supongo, no hará falta aclarar semejantes perogrulladas. O eso espero. Porque resulta que al final las lenguas, esas que nacieron para entendernos en lugar de seguir gruñendo o cogiéndonos por los pelos garrote en mano, van a servir para todo lo contrario. Al final va a resultar que nos regimos por la ley de la caverna. O la de la selva, que es peor.