Voy a contar una historia y voy a hacerlo usando el orden cronológico, que suele ser la manera más ordenada de contar una historia. Aunque haya finales que merecen ser contados al principio, y también viceversa.

Hotel Radisson, Manchester, siete de la madrugada. Los buenos chicos del Chelsea, incluido el famoso carrilero, duermen a pierna suelta para enfrentarse al día siguiente con su enemigo natural: el equipo local, el temido United. Duermen hasta que se arma la de Dios es Cristo porque salta una alarma contra incendios y los ingleses, muy ingleses ellos, desalojan el edificio en un pis pas. Si el Chelsea jugase, un suponer, contra el Sporting, se hubiesen oído dos o tres cagamentos en las habitaciones colindantes con la de alarma y problema arreglado. Pero jugaba con el Manchester. Todo llegará.

Horas después, un aguerrido periodista de ‘The Sun’, también muy inglés él, habla con un bombero, también llamado, en este caso y paradójicamente, “la fuente”. Pues bien, la fuente le cuenta que la alarma saltó en la planta 14, como la del pozu minero pero en altura. Sí, pura casualidad. Y también por pura casualidad el periodista, que además de muy inglés es muy investigador, descubre que justo en ese piso también duerme Maradona.

Conclusión: La alarma saltó porque Maradona estaba fumando. Y, como, además, de todos es conocida su amistad con Fidel Castro lo que se estaba fumando era un puro. Un muy señor habano. Lógico. O elemental, que diría Sherlock, tan inglés como el periodista de ‘The Sun’, o más.

Resultado: Primero ‘The Sun’ y luego los periódicos de medio mundo se hacen eco del puro del pobre y, esta vez, inocente Pelusa. Y ninguno, o casi ninguno (EL COMERCIO sí, no faltaba más) cuenta la verdad.

Moraleja: No conviene juzgar nunca, aunque a veces debería estar tipificado en el Código Penal. Pero el problema es que así somos. Y no me refiero únicamente a los periodistas, si es que el tipejo este de ‘The Sun’ tiene algo que ver con una profesión que entre él, los amigos de Belén Esteban y otros tantos van a terminar por cargarse. O eso parece que pretenden.