Debería hablar de Obama. Es lo que toca. Pero como todo el mundo habla de él y todo el mundo dice lo mismo, yo del juramento de ayer en Washington me quedo con el sombrero de Aretha Franklin. Con ese tocado en la cabeza, mezcla del pañuelo de la Mami de la señorita Escarlata y un casquete de Jackie Kennedy, con ciertas posibilidades, para qué negarlo, de convertirse en nido de avestruces o cualquier otro pájaro de gran tamaño. O sea, con su lado práctico. Personal y sinceramente, el sombrero me pareció un sombrerazo y la Franklin, una valiente. Y puestos a buscar símbolos, lo de mezclar a Mami con Jackie, un acierto. Y, estilismos al margen, espero que todos los agoreros que no esperaron ni a que el nuevo presidente de los Estados Unidos quitase la mano de encima de la Biblia para predecir que va a ser incapaz de hacer nada se equivoquen. Sólo intentarlo ya es un logro.
Otrosí. También me parece estupendo que Obama haya jurado sobre una Biblia. Exactamente igual que me hubiera parecido que lo hubiera hecho sobre su Constitución o sobre el Corán. Podíamos aprender un poco por este lado del Atlántico a respetar las creencias o descreencias de los demás. En el fondo, creo que envidio la naturalidad de los americanos. Vaya que yo no salgo a la calle con un sombrero como el de Aretha porque no me atrevo. Si al final todos los círculos terminan por cerrarse.