Desayunar sentada pan con jamón, aceite y un libro. Ir a correr a la playa y terminar dando el paseo más largo, porque nadie va detrás. Ni delante. Sentarse en el pedrero a ver las olas y mirar las musarañas. Estar una hora picando cebollas para hacer albóndigas, y que se mueran los filetes a la plancha. Encadenar una peli con otra durante toda la noche. Poner ‘En busca del arca perdida’. Y luego ‘El templo maldito’. Y luego ‘La última cruzada’. Hacer una fiesta en martes y discriminar la entrada por razón de sexo, o sea, solo chicas. Salir de copas un miércoles y quedarse en casa el viernes. En pijama. Ver fotos con tu abuela y que te pregunte si ella en realidad parece tan mayor. Mentir a tu abuela. Pasarte la tarde en la peluquería con un plástico pegajoso en la cabeza porque, promete tu peluquero, eso hidrata el pelo. Fiarte de tu peluquero. Pegarte un masaje sin contractura mediante por una única razón: ‘porque yo lo valgo’. Por lo mismo, dejar que te baje la tensión hasta casi la inconsciencia en un baño turco. Salir a por el periódico y volver con unos zapatos nuevos. Empujar la silla de Clara y jugar con ella al corre que te pillo por la calle Corrida. Tomar el vermú y que se te pase la hora de comer. Y la de cenar. No encender el móvil en todo el día y hacer que no oyes el fijo. No hacer nada. Aburrirte sin que te dé cargo de conciencia. No hacer nada otra vez.

Cogerse una semana de vacaciones de uno mismo para pasarlas con quien en realidad es debería estar incluido en todos los ‘touroperators’ del mundo. Prueba esto Curro y no vuelve al Caribe en su vida. Al final va a ser que el tiempo es el verdadero lujo. El auténtico ‘all incluided’.