Los del Sporting sabemos perder, primero porque sabemos y, después, porque estamos acostumbrados. Y se puede perder jugando bien y jugando mal, pero también se puede perder sin jugar. Y nosotros, los del Sporting, estamos acostumbrados a que nuestro equipo juegue bien y a que juegue mal, pero no estamos acostumbrados a que no juegue. En el fútbol, como en el amor, la apatía es la madre de todos los desastres, o de casi todos por lo menos. Ayer fue la madre de la derrota contra el Madrid. Un Madrid que se paseó por El Molinón como se hubiera paseado por el campo embarrado de mi colegio para cruzar luego a Casa Justo a tomar una de sidra sin necesidad de pasar por la ducha. Sin sudor. Un Madrid que se trajo a Raúl a marcar goles como se lleva a los toreros veteranos a cortar orejas a las plazas de tercera. Y hasta a las portátiles. Un Madrid que no tuvo necesidad de exhibirse porque los nuestros ayer salieron a jugar al mus en vez de al fútbol. Y así no se vale.