Las perlas son favorecedoras como los marcos, incomparables. Vale. Pero a mí no me gustan. Una mujer con perlas no tiene por qué ser una mujer aburrida, ni rancia, ni sosa. Vale. Pero a mí me lo parece. Me pasa con Arantza Quiroga que yo la miro y no veo a una presidenta del Parlamento Vasco ni nada. Yo la miro y veo sus perlas. Y me pongo en lo peor. Y luego encima no le gustan los condones, que en su derecho está, que no digo que no. Yo, personalmente, no soporto los antibióticos, pero es que ella va y lo dice.
Arantza Quiroga lleva perlas. Un par, para ser más exactos. Y a mí no me gustan. Ni sus pendientes, ni sus camisas de rayas, ni sus mocasines a ras de acera, ni su alergia al látex. Pero resulta que esta combinación de niña pija con un poco de chavala de caserío por parte de padre y madre, respectivamente, fue concejala del PP en Irún justo después del balazo en la cabeza a Gregorio Ordoñez y siguió siendo parlamentaria del PP en Vitoria cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco. Por ejemplo. O sea, que la Quiroga tiene un par, aunque sea de perlas. Y eso siempre es de agradecer en cualquiera. En un político, a lo mejor más. En un político vasco, hasta más todavía.
PD. Escribo esto desde el mismo Bilbao y no me resisto a dejar aqui el chiste que me han contado hoy tomando café en la misma Gran Vía:
-La hostia, Patxi, que le han cambiao el nombre a la Ertzaintza
-¿Y cómo se llama ahora pues?
-¡Los hombres de Paco!