Lola, que es uno de los ángeles de la Residencia Mixta de Pumarín, me contó un día que cuando un anciano está a punto de morir, cuando le entra ese miedo que los que jamás lo hemos sentido no podemos ni imaginar, no llama a su último amor, ni al primero. No llama a sus hijos, no llama a sus nietos.Ni siquiera clama a Dios o al demonio. Cuando a un viejo le entra ese miedo que los que jamás lo hemos sentido no podemos ni imaginar llama a su madre.
Normal.
Felicidades a todas. Y sobre todo a la mía, claro, que para eso mi favorita.