Como todo el mundo sabe, los poetas no mueren nunca. Mueren esos tipos que los llevan dentro. Nada más. Pero los hay que, pese a eso, el día que deciden irse se llevan consigo un montón de historias y otro de recuerdos; un montón de días, seguramente más de noches. Los hay que se llevan hasta una época. Y los hay capaces de resucitar fantasmas, de esos que siempre están ahí, en la chepa de uno (o de una), preparados y listos para días como los de hoy. Porque hoy ha muerto Antonio Vega. O no.
“Donde nos llevó la imaginación,
donde con los ojos cerrados
se divisan infinitos campos.
Donde se creó la primera luz
junto a la semilla de cielo azul
volveré a ese lugar donde nací”
Pues eso