La Sanidad Pública Española ha quedado en el ránking de sanidades públicas europeas peor que Soraya en Eurovisión. La Health Consumer Powerhouse, y no me pregunten que es eso que no lo sé, acaba de publicar una lista que si no fuera porque la sanidad publica española está tan mal sería como para dejar de escribir y marchar ahora mismo a Urgencias con un infarto de miocardio diagnosticado. Resulta que de mil puntos posibles estamos en 630, lo que en mis tiempos de la EGB sería un bien y ahora, creo, un progresa adecuadamente, aunque hoy progresar lo que se dice progresar en el cole se progresa pase lo que pase, que para eso somos un país de igualdad de oportunidades y los niños no pueden suspender, ahora se llama fracasar, porque se deprimen y luego agreden al profe.

En fin, que me voy del tema. Decía que dice la Health Consumer Powerhouse que en caso de que le dé a usted un cólico, mucho mejor que le pille en Estonia, Eslovenia, Chipre o Hungría que, un suponer, Pola de Siero. De 33 países, somos el 21, o décimo terceros por la cola, para que se ahorren el cálculo. De listas de espera estamos fatal; de acceso a la medicación, peor, y, de medios telemáticos, ni hablamos. Vale. Lo que no dice la Health Consumer Powerhouse es que en España la sanidad es gratis. Que no es que lo sea, que cuesta una pasta, pero a nadie le cobran por consultar un catarro u operarse del corazón. Y eso me da que es importante.

Que la sanidad pública española está atascada lo sabemos, que está burocratizada, también. Que la caja no aguantará sine die a menos que alguien ponga orden, lo mismo. Pero de ahí a pensar que la solución es que la sanidad pública deje de serlo hay un trecho. Y eso es precisamente lo que parece que quiere decir la Health Consumer Powerhouse, a la sazón una consultora vinculada precisamente al negocio de la salud. Les dije que no sabía que era eso, pero es que me he enterado.