Me levanto en martes con, un suponer, un dolor de muelas que me muero. La cafetera está estropeada, mi vecino me ha mangado el periódico de la puerta y el señor de la ONCE me dice eso de “no, guapina, no está premiado, ¿quies otru pal viernes?”. Llego tarde a trabajar, pero llego. O sea, estoy trabajando con dolor de muelas que es lo peor que te puede pasar después de estar trabajando sin que te duela nada. Me cabreo. Y como estoy cabreada salgo a la calle y, otro suponer, la emprendo a patadas con una papelera. Si prefieren, con la marquesina de un autobús. O contra una farola, no importa. Sigamos suponiendo. Me cargo la papelera, marquesina y/o farola. Por supuesto, como es mi martes de suerte, me pilla un amable agente de la Policía Local. ¿Qué sucedería entonces?

A. Pago la papelera, marquesina y/o farola y me cae una multa por acémila.

B. El poli vio muchas películas, me encañona y me pasa directamente a disposición del juez, que, a su vez, dispone mandarme a Villabona.

C. Me confunden con un líder sindical y convocan una manifestación de apoyo hacia mi humilde persona y llaman represor y fascista al policía, al juez y a quien pase por allí, que algo habrá hecho.

No sé si me explico. No sé por qué los señores Cándido y Morala no tienen que pagar la cámara de tráfico que se han cargado o han incitado a cargarse. No sé que tiene que ver la lucha sindical con el vandalismo. No sé por qué hay quien se empeña en seguir corriendo delante de los grises. Porque esa cámara la pague yo. A escote con otros cuantos gijoneses. Naturalmente.