El problema de tener firmes convicciones puritanas es que van ‘contra natura’, que decían los curas cuando yo era pequeña. Por eso la relación entre que un político condene el uso de preservativos y sea pillado, un suponer, con liguero y una bolsa en la cabeza es proporcional. Y hasta exponencial. La relación también se da en el caso de políticos que creen que la homosexualidad se cura con tratamiento psiquiátrico y, después, coleccionan amantes, de idéntico o diferente sexo, que eso llegados al caso importa poco.
Estamos acostumbrados a actrices que felicitan el cumpleaños a presidentes ‘felizmente’ casados, a becarias con dudosos trofeos en sus vestidos, a gobernadores que tiran de tarjeta de crédito para lo que toda la vida se llamo ‘irse de putas’ y ahora se dice ‘contratar servicios sexuales’… Lo que no es tan habitual es que la que se líe la manta a la cabeza sea ella. Pero, no, no me parece ninguna conquista del feminismo. Simplemente porque el sexo distingue poco de sexos. La señora Robinson no es ninguna heroína postmoderna, sino lo mismo que sería el señor Robinson en su lugar: una impresentable. Lo que se me escapa es qué relación hay entre haberse casado con un/una impresentable y no poder desempeñar tu trabajo. Íbamos listos. Sobre todo algunos. Y algunas, claro.