Una vez conocí a un tipo que no leía libros de escritores que le cayeran mal. Traté de discutir con él semejante chorrada, pero decidí que yo no discutía con tipos que me cayeran mal. Y ahí quedó la cosa. Lo recuerdo hoy cuando me entero de que le han dado el Nobel a Vargas Llosa. Sí, me entero hoy y no ayer, la incomunicación elegida se hace a veces impuesta y pasan estas cosas. Y la cosa es que a mí Vargas Llosa me cae, mayormente, como una patada en culo. Supongo que tiene que ver con su aventura política allá por los 90, cuando se autoproclamó la solución del Perú. Supongo que no me gustan mucho los ‘salvapatrias’, y menos si son amigos de Aznar. Y luego está también esa facha de señor interesante, con esa gomina y esos trajes tan bien cortados, que, me van a perdonar, a mí me tira para atrás. A lo mejor, o seguro, por culpa de Alfredo Bryce, que me hizo pensar que para ser escritor peruano hay que asilarse en una buhardilla de París y negarse a ir al baño por amor. El escritor peruano es, en mi cabeza, convenientemente manipulada por el maligno Echenique, un tipo pequeño, más feo que el marqués de Bradomín, rabiosamente loco por Octavia de Cádiz y loco a secas. En fin, que Vargas Llosa tampoco me gusta porque también es demasiado guapo, pero este ya es un problema mío muy particular.
Me entero, pues, de que le acaban de dar el Nobel (no sé si se puede decir esto después de 24 horas en este twittermundo que nos ha tocado vivir) y me parece una grandísima noticia, más que nada porque a mí este señor me llevó de paseo por el Amanzonas con Pantaleón y hasta me hizo pensar que la profesión de ‘visitadora’ no estaba nada mal (era inconsciente y menor de edad, no me lo tengan en cuenta) y también me hizo odiar al maldito Trujillo y hasta pensar en que lo del atentado no era mala idea. A mí este señor, tan guapo y con tanta gomina, me hizo reir y llorar y, sobre todo, me permitió masticar palabras en lugar de leerlas. Y eso es algo que sólo está al alcance de los grandes. Por eso hoy, en cuanto aterrice y aunque sea con retraso, voy a buscar un sitio donde me pongan un ‘pisco sour’ y me lo voy a beber a la salud de don Mario Vargas Llosa. Un grande porque escribe cosas grandes y por eso, creo, se dan los Nobel de Literatura. ¿O no?