No sé cuántas manos habrá dado doña Letizia estos días, ni cuantos centímetros de tacón habrá soportado, pero yo llevo muchas, muchísimas, páginas de periódico encima a cuenta de los Premios Príncipe de Asturias. Ahora que han acabado me confieso agotada, aunque con cierto síndrome de abstinencia. La verdad es que cuando uno (una) trabaja con palabras da gusto de vez en cuando encontrarse con las de gentes como Zygmunt Bauman. “La única certeza es la certeza de la incertidumbre” es un regalo, como el recuerdo de otro que hizo un colega suyo hace unos cuantos siglos: “La única cosa que nos queda frente a esa ineludible derrota que se llama vida es intentar comprenderla”. Cervantes dixit. Amin Maalouf, el que como su León no es “ni de África, ni de Europa, ni de Arabia”, dejó también el suyo con una lección de convivencia no para callar bocas, sino para hacerlas hablar sin gritos: “Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos, sino cómo”. Y luego fue el bueno de Del Bosque y remató la jugada (perdón por lo fácil) diciendo que la “modestia” es “una arma poderosa”. Así, la verdad, da gusto. Aunque canse.