El tema político de la semana no ha sido la decisión de la UE sobre las ayudas al carbón, los datos del paro, ni qué va a pasar con las pensiones. El tema político de la semana ha sido la reforma de la Ley de Registro Civil. Resulta que anteponer el apellido paterno al materno es “machista” y el orden alfabético va a suponer “un paso hacia la igualdad y va a terminar con la diferencia de género”. No lo digo yo. Lo dice el vicepresidente Manuel Chaves. Y resulta, además, que cambiar ese orden establecido por el alfabético es “anticonstitucional”. Y tampoco lo digo yo. Lo dice el PP, que, más que entrar al trapo, ha recibido la novedosa novedad a porta gayola.
Resulta que mientras los ciudadanos nos vamos ocupando en llegar a fin de mes, nuestros políticos se van preocupando de entretenernos con polémicas de laboratorio, con problemas sociológicos de arte y ensayo que nos importan más bien poco. Tampoco lo digo yo. Eso lo dice lo que viene siendo la vida real. Desde 1999 hasta hoy, la ley española ya permite anteponer el apellido de la madre al del padre y han utilizado esa posibilidad miles de personas. La mayor parte, o casi todas, por tener un segundo apellido más original, o más sonoro. Sin más. Porque casi todos y todas pensamos que la igualdad está por encima de decir todos y todas y, desde luego, por encima del orden de los apellidos. O al margen.
Así que mientras unos creen cambiar el mundo con curiosas políticas de igualdad y otros apelan a la Constitución como algunos al Corán o al Nuevo Testamento, el resto miramos perplejos. Y lo que nos queda. Habrá que ir buscando si hay alguna asociación de apellidos que empiezan por Z que se sienta marginada con todo esto. Eso o esperar a que, una vez más, en Gobierno cambie de opinión. Paciencia, amigos. Y amigas, claro.