Ver tu propia vida delante de tus narices tiene algo de terapéutico. Consuela darse cuenta de que pase lo que pase siempre le está pasando, le ha pasado o le pasará a otros. Nos empeñamos en ser únicos y originales, pero no lo somos. Supongo que afortunadamente. Ver en una película, por ejemplo rumana, una escena que ocurrió una vez en el salón mismo de tu casa sirve para quitarle importancia a según que dramas. Y eso que, en realidad, cualquiera puede ser por un momento, y hasta por más de uno, cualquier otro. No sé si me explico. Sigo de Festival de Cine de Gijón. Se nota, ¿no?