Tenía mi padre un amigo nacido en Cuba que cuando quería tomarse un ron con cocacola, o sea, un cubalibre, pedía “una mentira”. Me estoy acordando de él mucho estos días. Me acordé ayer especialmente cuando el noticiero de la noche no mencionó siquiera la liberación de los nueve disidentes. Estoy en la mismísima Habana y me enteré leyendo elcomerciodigital, no sé si tengo que añadir algo más. Me acordé más todavía después viendo el documental ‘Peones del imperio’, un reportaje con el que Cubavisión pretendía “desenmarcarar el carácter mercenario de las acciones provocativas de los grupúsculos contrarrevolucionarios a partir de importantes testimonios y revelaciones”. Y entrecomillo porque así es como anunciaba el reportaje en ‘Granma’ de la mañana.
Los testimonios procedían, fundamentalmente de un periodista autocalificado de independiente y ex corresponsal de medios de Miami, Carlos Serpa Maceira, y de un ex contrarrevolucionario al servicio de los Estados Unidos, también según calificación propia, de nombre Lisardo Sánchez Santacruz. La tesis era la siguiente: los cubanos están encantados con el régimen y los que lo discuten, además de ser cuatro, sólo quieren vender el país a los yanquis o son, directamente, delincuentes comunes. Vuelvo a entrecomillar, esta vez del propio reportaje: “La defensa de los derechos humanos es un modo de vida para muchos”.
Como ejemplo rápido de cómo es la forma en que argumentaban este tipo de informaciones, diré que Carlos Serpa Maceira tiende la siguiente ‘trampa’ al medio de comunicación con el que colabora, Radio Martí, radicada en Miami. Mira a cámara y dice “ahora van a ver cómo publican cualquier noticia mala para Cuba sin contrastar”. Llama por teléfono. Cuelga. Le devuelven la llamada, y le cuenta al colega que está al otro lado del teléfono que ha sido detenido e interrogado por la policía por hablar libremente, que acaba de ser liberado y que está muy nervioso. El colega le dice que no se preocupe y que, si quiere, lo “conectan” en directo en antena. Le abren el micro, Carlos Serpa Maceira cuenta esto en directo dándole un tono bastante dramático al asunto mientras Cubavisión está grabando. Cuando cuelga dice que acaba de demostrar que los medios anticastristas mienten. No creo que sea necesario añadir un sólo adjetivo al relato. Ni uno solo. Tal vez contar que el reportaje termina con un acto de ‘perdón por los pecados’ de ambos, el ex periodista independiente y el ex contrarrevolucionario arrepentido, que se funden en un abrazo mientras suena una música y se oye una voz en off que dice: “Fidelidad es Fidel”.
Hoy me ha dicho Iván, un padre de familia habanero de 34 años con su título de ingeniero y al volante de un taxi ilegal, que lo mejor que le ha pasado a esta isla “ha sido Fidel, y lo peor también”. “Sin la revolución -me ha explicado- yo no tendría los estudios que tengo, eso es cierto, pero aquí me tiene jugándomela en este coche para darle de comer a mi hijo. Yo no quiero esto, porque yo siento que puedo hacer muchas cosas, porque yo estoy preparado para trabajar como ingeniero en cualquier país del mundo, empezando por el mío, pero no me dejan. Ellos fueron los que nos enseñaron, los que enseñaron a mis padres y a mis abuelos, que se podía soñar. Y ahora son ellos los que no nos dejan hacerlo, porque quieren que pongamos límites a nuestros deseos y a nuestras aspiraciones y ni los deseos ni las aspiraciones pueden tener límites, y no le estoy hablando sólo de dinero, porque que nuestros sueldos sean bajísimos, casi ridículos, es un problema, pero no es el mayor de los problemas. El mayor es que no nos dejan soñar”. Y ahora sí que yo no tengo nada más que añadir.