Cuando era pequeña (o menor, que tampoco crecí mucho) tenía dos barbies, una sin pierna y otra sin cabeza. Sus taras nunca me preocuparon demasiado, porque mis barbies, por lo demás, eran espectaculares: con sus melenas (una de ellas al menos), sus cinturas de avispa, sus cuerpazos en definitiva… Mis barbies no tenían Ken, pero […]