Era raro que los hartos no dijeran (dijéramos) que están (estamos) hartos. Hartos de hijos de 35 que viven en con papá y mamá, de ‘atracos’ en prácticas (esto lo he leído en una pintada, no es mío, lo confieso), de licenciados en paro, de fontaneros en paro, de pensiones paradas, de oposición durmiente, de sindicatos cómplices… Era raro, pero es más raro todavía que quienes llevan ya unos años en el Gobierno les den la razón y digan que les escuchan. ¿Por qué?, me pregunto yo como si fuera el mismísimo Mourinho. ¿Por qué ahora?, quiero decir. Tengo miedo de ver a un diputado o a un ministro en ejercicio en una tienda de campaña y, sobre todo, lo que más tengo son ganas de que llegue por fin el lunes 23. Eso y unas ganas terribles de votar. Para que dejen de pedirme el voto, para que me dejen en paz.