El tiempo, el malo, está haciendo conmigo lo que Kappa con la camiseta del Sporting, dejarme en nada, sin fuerza, hundida… en el lodo… El tiempo, el otro, el inexorable, pues un poco lo mismo, pero a ese como estoy más acostumbrada, a luchar contra él, digo, pues le tengo más pillao el tranquillo. Ese tiempo tiene una ventaja principal: pasa, que es precisa y paradójicamente su mayor inconveniente. ¿Le pasará lo mismo al malo? ¿A dónde quiero llegar? A ninguna parte, lo siento. Es solo que me falta luz, que necesito hacer la fotosíntesis y que no soporto pasar frío por las mañanas y este calor húmedo de nube de las tardes y pillar la gran mojadura cada noche cuando vuelvo de currar. Es solo que ya hace años que asumí que Asturias no es verde por casualidad (disculpen las molestias, añadía el cartel de un chigre de Llanes) pero un día más de noviembre en julio y pido asilo político, no sé, en Benidorm. Desesperación se llama.