La RTPA es para mí Vanessa y es Pilar y es Toni y es Javier. Cuando pienso en el radical recorte de presupuesto anunciado por el Gobierno del Principado veo sus caras y sus horas de curro a la espalda, veo hasta sus oposiciones. Y me cabreo. Porque Vanessa y Pilar y Toni y Javier y tantos y tantos van a pagar un pato que no les corresponde. Porque una televisión pública destinada a un millón de habitantes no puede costar 150 millones de euros en seis años, ni puede arrojar un déficit de casi 800.000 euros en sólo 12 meses. No puede. Claro que tampoco se puede dejar de pagar a nadie por un trabajo que ha realizado. La solución es complicada. Yo no la tengo. Pero yo no me he presentado a unas elecciones, ni siquiera a las de la comunidad de vecinos. Por eso jamás las he ganado ni las he perdido. Me temo que el recorte en la RTPA, como el de decenas de partidas de ese dinero que parece que cae del cielo y cae en realidad de su bolsillo y del mío, más que necesario resulta obligatorio. Pero hace falta encontrar la fórmula para hacerlo. Un corte de bisturí tiene sutura. Un hachazo, no siempre.