Concha tiene una estupenda melena rubia y suele acompañarla de no menos estupendas perlas. Gafas no usa, ni de pasta ni de las otras. No es lo que yo llamaría una intelectual, pero, desde luego, sí inteligente. Concha ya cumplió los 60 y es, lo ha sido siempre, ama de casa. ¿Políticamente? Pues conservadora. Bastante conservadora.

Coincidí con ella en el Jovellanos a la entrada de ‘El estudiante’, de Santiago Mitre, la película que resultó triunfadora del FICX 2011 junto a la masticable ‘La guerre est declaré’. Concha, que además de todo lo anterior es simpática como ella sola, me explicó: “Chica, me disponía a hacer la compra, pero me llamó una amiga y me dijo que si venía y yo me pregunté ¿el super o el cine? Y aquí estoy: el super puede esperar”. Y me contagió su risa.

Volvimos a vernos a la salida. Concha acaba de llamar a su marido para que no contara con ella para la cena. Se quedaba a ‘Faust’. Me comí con ella, y con otra estupenda señora rubia y su no menos estupendo santo, la cola que daba un par de vueltas al paseo de Begoña para ver esa ventana al mito abierta por Alexandre Sokurov, una película bellísima aunque extenuante por momentos de tan intensa. Y volvimos a vernos. Hablamos de las pelis y de otras muchas cosas que tampoco vienen al caso. Yo solo resumo con una frase la crítica cinematográfica que aquella noche me hizo Concha: “Da gusto ver de vez en cuando cosas diferentes”. Fin.