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Periodismo dos-punto-fraga

El Bloque Nacionalista Galego acababa de proponer que se impartiese eso, el galego, en las escuelas públicas del Occidente asturiano. El revuelo estaba garantizado a este lado del Eo, donde tal parecía que los franceses con Pepe Botella al frente estaban de regreso. Nosotros, que desde mucho antes de Pelayo, aprendimos a ser tan irreductibles como los habitantes de la famosa pequeña aldea gala, entonamos, otra vez, el ‘no nos moverán’. Y en esas estábamos cuando él, que entonces presidía la Xunta por segunda o tercera legislatura, no sé, se plantó en Oviedo. No vino a colonizarnos, que va, vino, como siempre, a formar parte del jurado del Premio Príncipe de Ciencias Sociales.

El Reconquista estaba lleno, como siempre, y había una lista si no interminable, sí bastante larga de personajes ‘entrevistables’, pero aquel día él era, valga la redundancia, el hombre del día. El corrillo a su alrededor se formó en tres segundos. La primera pregunta fue formal: “¿Qué le parecen los finalistas de este año?” o algo así. La segunda la hice yo, con cara de no haber roto un plato, tal vez porque aún no me había dado ni tiempo: era eso que se decía una ‘practiquera’ y ahora se llama becaria. Y me arranqué: “Cómo sabe, el BNG…” No me dio tiempo más. De un plumazo y mirándome hasta que casi se me cae la libreta (sí, entonces se usaba una cosa que se llama libreta, yo lo sigo haciendo, de hecho, soy una clásica, o una antigua). Mirándome, digo, con una cara que si la pienso todavía me da miedo me dijo: “Señorita no he venido aquí a hablar de tonterías y mucho menos de grupos minoritarios, así que doy por concluida esta rueda de prensa”. Giró sobre sus zapatos y se fue. Y ahí llegó el verdadero terror, porque las caras de mis compañeros eran si acaso peores. Con mi cara de no romper un plato, les acaba de joder sus crónicas.

No fue un buen día, pero aprendí la lección rápidamente: es importante saber a quién tienes delante antes de preguntar, no para dejar de hacerlo si no para saber cómo hacerlo; es fundamental medir las palabras y colocarlas en su sitio para lograr el objetivo y, sobre todo, y esto es lo sustancial: las preguntas incómodas, señorita, siempre para el final. En fin, que Fraga se ha muerto y que se han dicho muchas cosas y que su tan traída ley de prensa abrió algunas puertas y cerró muchas otras y que, por suerte, yo llegué al periodismo muchos siglos después, justo para que me quede con esta anécdota y ya está.

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por María de Álvaro

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enero 2012
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