Preciado es un río de camisetas por el Muro camino de El Molinón, un autobús con destino a donde-haga-falta, un señor con puro y 40 años de ‘recibu’ abrazado a una veinteañera recién llegada al fúbol. Es una ciudad echada a la calle, una bufanda mordida, un millón de lágrimas y otro de risas, un millón de ‘uys’ y otro de ‘ays’, un ‘y pobre del que quiera robarnos la ilusión’. Preciado es aquel tipo que llegó un día a Gijón y consiguió que todos, en Mareo y fuera de Mareo, creyéramos que era posible. Él, como hacen los grandes, nos enseñó que la fe es la mejor energía para los mortales. Lo demás hoy ya no importa.