Celina es de Hong Kong y estudia español en La Antigua. Cada mañana me alegra el día con un “bu-e-nosss día” que acompaña de una risa que no suelta en todo el día. Celina, claro, no se llama Celina, sino un nombre que soy incapaz de pronunciar y, por supuesto, mucho menos transcribir, pero se lo ha cambiado “para que sea más fácil para ustedes”. Así es Celina. A veces también comparto con ella la cena, con ella y con una monja budista coreana y otra estudiante de español también de Hong Kong. Todas vivimos en la residencia de doña Elvira, un caserón declarado, como toda esta ciudad, patrimonio de la Humanidad, con muebles criollos y dos patios llenos de plantas que parecen sacados del mismo Macondo. La monja budista compensa sus nulos conocimientos de cualquier idioma que no sea el coreano con su amabilidad. La otra no sé si habla español, no sé siquiera si habla chino, porque en diez días no ha abierto la boca. Hasta hoy.
Hoy Celina y yo a la hora de la cena nos poníamos al día de nuestras respectivas larguísimas jornadas cuando ella se ha levantado de la mesa con su cara de puerro. Y, como decía, ha abierto la boca. Sin apear el rictus ha soltado una parrafada en chino mandarín que Celina me ha traducido en pocas palabras, como sucede siempre estos casos: “Dice que mañana puedo ir sola a la escuela, que no quiere que camine a su lado”. Celina me lo ha dicho con su enorme sonrisa y apostillando con un “sí, sí, sí” que siempre encadena al final de cada frase. Yo le he dicho: “¿Os ha pasado algo? ¿Os habéis enfadado?”.”No, no, no”. Y, claro, a la española, le he añadido un “¿entonces por qué no la has mandado a la mierda?” Celina se ha llevado las manos a la cara como hacen los niños cuando escuchan la palabra “culo” y sin perder la sonrisa me ha dado la solución: “Porque no importa, es su carácter, es malo para ella, no para mí, para mí está bien”.
Celina no solo me alegra las mañanas con su “bu-e-nossss día”, también me da constantes lecciones zen, que, por cierto, me ha descubierto que se pronuncia algo parecido a “chán”. Para mí también está bien. Todo está bien. Increíblemente bien.