Lo descubrí una mañana temprano. Me asomé a la ventana simplemente por corroborar que seguía lloviendo. Me debatía pegada al cristal entre ponerme una gabardina, un abrigo o el traje de esquimal para ir a trabajar. Era anteayer mismo. Era mayo. Por si todavía hay dudas. Fue entonces cuando le vi. El tipo iba en camisa. Sin paraguas. De sus orejas salía agua a raudales, como si sus orejas fuesen canalones. Podría decir gárgolas y quedar todo más poético, pero parecían canalones. Chorreaban. Llevaba el periódico debajo del brazo, empapado, y una barra de pan en una bolsa, empapada. Ya lo he dicho, pero no me canso de insistir: no llevaba paraguas. Mojado hasta los huesos o hasta la ropa interior, que, como todo el mundo sabe, es una sensación muchísimo más desagradable, caminaba como si tal cosa. Como si fuera primavera. Como si estuviéramos a mediados de mayo y las previsiones meteorológicas de Asturias no fuesen peores que las de Siberia. Parecía tranquilo. Puede que hasta pareciera feliz.
Me puse el traje de esquimal y salí a la calle. Al girar la primera esquina vi a un tipo parecido al anterior. Sin bolsa de pan ni periódico, pero también sin paraguas. Dos semáforos después, otro. Llegando al curro, otro más. Y ahora ya sé lo que sucede. Yo los llamo los hombres impermeables. También hay mujeres, pero menos, porque las mujeres tenemos más tendencia a que, al entrar en contacto con el agua, se nos quede el pelo como a Michael Jackson cuando era negro. A mí al menos es lo que me pasa.
El caso es que los hombres impermeables están tan hartos como usted y como yo de este invierno eterno en el que vivimos. Pero ellos han decido ponerle freno. Ellos, como la Armada Invencible, tampoco luchan contra los elementos. Simplemente pasan de ellos. Como si harto de estar en el paro alguien decidiera vivir sin comer, algo que, por otro lado, le encantaría a María Dolores de Cospedal. ¿Y saben qué? A lo mejor va a ser ya la única solución posible. Y hablo del tiempo, como si estuviésemos ahora mismo en un ascensor, no de la crisis. La AEMET ya ha certificado que llevamos el año con más días de lluvia de la historia. O por lo menos desde que en 1931 se empezó a medir al agua caída en algo más que en calderos. A mí ya no se me ocurre otra cosa. No puedo más. Asumo que puedo estar perdiendo la cabeza. Confieso mi desesperación.. Confieso que necesito urgentemente hacer la fotosíntesis.