Mido poco más de metro y medio. 1,62 centímetros sin tacones y muy rectamente colocada para ser exacta. ¿Le interesa a alguien mi escasa estatura? No. ¿Era necesario semejante ataque de sinceridad? Probablemente tampoco. Pero viene al caso por la historia que procedo a relatar: mi abuela, para quien, por supuesto, yo era, con permiso de Ava Gardner, la cosa más guapa que había visto sobre la faz de la tierra, solía decirme: “Hija, tú, con lo alta que eres, ¿para qué te pones tacones?”. Mi abuela, además de la presidenta de mi extinto club de fans (desapareció con ella por causas naturales y evidentes), era muy célebre. Cierto día, tomándonos un café en una terraza (ambas sentadas), le dijo al camarero que yo tenía un “tipasssso como el de una modelo” -mi abuela hablaba así porque aparte de todo lo demás era cubana de Cienfuegos-, y me obligó a permanecer sentada hasta que el chaval acabó su turno, más que nada porque no me apetecía dejar a mi abuela por mentirosa. Escuchar las risas del camarero tampoco le hubiera hecho un gran favor a mi autoestima, eso también es verdad.
Y ahora, al lío, porque estarán preguntándose a que viene tanta historia familiar. Pues viene a que mi abuela, como abuela personal e intransferible, como personaje anónimo fuera de las puertas de su santa casa, podía decir lo que le diese la gana de sus nietos. Podía hasta hacer lo que quiese, incluido el ridículo. Porque para eso una abuela es una abuela. Para eso es la madre de tu madre (o de tu padre), o sea, el título máximo, que a nadie se le olvide eso. Pero, y aquí viene el problema, si tu abuela es reina y, por tanto, tiene un papel llamémosle institucional, no puede, repito, no no y no puede, mostrar signos de pérdida de raciocinio evidentes. Al menos no en público.
El bolso que esta mañana lucía doña Sofía en el Náutico de Palma es un caso palmario, valga la redundancia. Claro que a lo mejor se lo puso para que hablásemos del complemento en vez de estar comentando qué hacía allí la infanta Cristina y, ya de paso, preguntarnos por dónde anda su marido el imputado. Con ‘Fortuna’ o sin ella, esto parece que hace agua.