En Asturias siempre nos gustó ser los primeros. Por eso liamos la que liamos en la montaña de Covadonga y por eso le dimos a Fernando Alonso el premio Príncipe antes de que ganase un mundial. Y ha vuelto a pasar. Habemus nuevo récord. Somos los primeros en echar a un diputado de un parlamento regional. A buena parte. El honor se lo lleva Ángel González, político con nombre de poeta que, tal vez por eso, apeló a la eternidad del verso para agarrarse al escaño de señoría. Se pasó Ángel Gonzálesz la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias que le inhabilita por prevaricación por el mismo lugar por el que sus compañeros socialistas parecen querer pasarse las primarias y acabó como el protagonista del bolero: en la calle.
Pasaba esto mientras en la Audiencia Nacional declaraba la primera víctima del franquismo. Teresa, 93 años, una mujer que sonrié en las fotos y que todavía recuerda cómo su abuelo, su padre y su hermano fueron sacados de su casa a las tantas de la noche allá por el 37. El primero volvió muerto; el segundo, sordo después de que le metiesen la varilla de un paraguas por los oídos, y el tercero no volvió, porque pasó de un campo de trabajo poner océano de por medio y hacer las Américas forzosas. Me gusta la cara de felicidad de Teresa en la foto que publicó EL COMERCIO. Y me gusta su frase, su titular: “No busco culpables, ni que me pidan perdón, sólo que nos escuche un juez”. Y entiendo a Teresa, que seguramente vivió aquello escondida debajo de la cama y que seguramente siga soñando con ello, pero no entiendo tanto a quienes se empeñan una y otra vez en alentar el odio en vez del perdón, porque sin él, ni las personas ni los países pueden seguir adelante. Y conste y quede claro que perdonar no es comulgar con la injusticia. Eso es otra cosa. Teresa lo tiene claro. Otros no sé si tanto.