Le pasa a las expectativas lo que a los jardines, las flores, los gustos y los colores. Son las expectativas entes volátiles que huelen a lo mismo que las nubes de los anuncios. O sea, a nada. Porque una expectativa no tiene fundamento en casi nada más que el deseo. Y en casi nada menos; podrán refutarme, seguramente con razón. Vale. Pero la expectativa es libre, más libre que los que salían corriendo de la RDA hace 25 años, más que Nino Bravo. Usted, un suponer, puede plantearse hoy la expectativa de conocer a Olga María Henao e irse con ella de vacaciones pagadas a Canarias, all included. Tiene alguna posibilidad, no digo yo que no, que las tuvieron antes que usted Monago y un diputado por Teruel, pero son pocas. Yo mismamente voy a tener la expectativa de que George Clooney se divorcie y me pida matrimonio hoy por la tarde. Ya les contaré cómo me va. Nunca se sabe, pero seguramente mal. Porque lo mejor que se puede hacer con las expectativas es reducirlas, dejarlas temblando, aplicarles un ajuste modelo Merkel. Ya lo dice el proverbio zen: “una decepción es una expectativa no cumplida”. Y ya lo dice cualquier abuela que se precie: “tú di que sí, vida”. El éxito está garantizado. Menos es más, y yo, fan de la Bauhaus.
Artur Mas y no Mies van der Rohe me ha dado la idea. Resulta que el referéndum, la consulta, la pregunta, el 9-N… ha superado todas las expectativas. “No ha podido salir mejor”, entrecomillo por literal. El 80% de los catalanes quiere la independencia, el 80,72% para no mentir, no vaya a ser acusada de manipular las cifras de un proceso tan pulcro. Bien. ¿El 80,72% de cuántos? Pues el 80,72% de 2,2 millones de los 7,5 millones de personas que viven en Cataluña, de las cuales 6,2 (menores de entre 16 y 18 años incluidos) estaban convocadas al ‘sí-sí’, al ‘sí-no’ o al ‘no’ a secas (una pena que decidiesen a última hora quitar la casilla del ‘si-tu-me-dices-ven’, cuanto más poético hubiera sido todo). O sea, un 35% de los llamados a las cajas de cartón (¿puedo no llamarlas urnas, verdad?). ¿Qué pasa con el otro 65%? ¿A esos no les oprime el Estado centralista? ¿A esos no les roba España? No sé. Lo que sí tengo claro, hoy con cifras facilitadas por la Generalitat, es que hay por lo menos 4 millones de catalanes que no fueron a votar. Y eso sí es mayoría. Benvinguts al mundo real.