Pensar ‘voy’, decirlo, hacerlo, ir, y, finalmente, llegar. Sea a dónde sea, se tome la senda que se tome. Hay pocas sensaciones parecidas a tocar la meta, la tuya, por eso el siguiente momento se hace tan cuesta arriba, porque a diferencia de en las novelas y en las películas la cosa no se acaba cuando se acaba la historia. Sigue. Y llega el tiempo del ‘y ahora qué’. Hace hoy una semana y un día, en medio del Camino, alguien me dijo, no sé si porque el sol se escondía detrás de un cielo plomizo frente a la playa de Salinas o porque tardaban una eternidad en servirnos la comida: “¿Sabes por qué los domingos son tan tristes? Porque el sábado todavía hay esperanza, pero el domingo ya no. El domingo se acabó. ¿Pero sabes que es lo bueno? Que el lunes empieza todo otra vez”.

Es lunes y lo que intuía antes de empezar a caminar es hoy una certeza: ahora lo que queda es seguir caminando. Pararse no es una opción por pesada que sea la mochila, cansados que estén los pies o hinchadas las rodillas. Si acaso de vez en cuando a descansar un poco. Afortunadamente, sí, afortunadamente, es lunes. Y todo está a punto de volver a empezar. Incluso el verano. Y con el Sporting a dos minutos de Primera. Vamos allá. Aunque sea porque no queda otro remedio.