Sus diputados y los míos están de vacaciones. El sábado el calendario marca la fecha de la estampida nacional, que ríete tú de las de los ñús en el Serengueti, y sus diputados y los míos ya tienen las maletas hechas. Agosto es mes inhábil en la Junta General por reglamento, porque un reglamento, como todo el mundo sabe desde tiempos de Moisés, está para eso, para regular lo sagrado. Y no es delito irse de vacaciones, pero resulta que sus señorías bajaron la persiana allá por finales de marzo, cuando se convocaron las elecciones, y hasta septiembre no vuelven por el hemiciclo. Bien es verdad que los pobres tuvieron que ir dos veces a elegir presidente entre tanto. Y también es cierto que en casa no se han quedado, que tuvieron una campaña tamaño familiar, pero lo que viene siendo a resolver sus problemas y los míos, lo que es para ganarse el sueldo por el que usted y yo les pagamos, a eso no han ido y no tienen planes de hacerlo a corto plazo. A ver si va a tener razón el elegantísimo exalcalde de Valdemoro, ese que dijo que se había hecho diputado para tocarse los… Bueno, ese.
Y si usted y yo estamos mosqueados con esto, no me quiero imaginar el pobre, el sufridísimo Gobierno del Principado, ese grupo de héroes abnegados que no se van de vacaciones y que están sufriendo por y para nosotros. No lo digo yo, se lo dijo ayer Javier Fernández a sus nuevos consejeros: «Seréis responsables de todos los desaguisados y artífices olvidados de todos los logros». Así, en la toma de posesión, por alegrías, que lo oye el alcalde de Cádiz y le contrata de pregonero para los Carnavales. Qué arte, qué optimismo, qué cansancio que me da tanta loa a la mirada cansada. Arenga así Aníbal a sus ejércitos y no es que no hubieran cruzado los Alpes, es que no suben ni el Pico Fario. Casi mejor ponían todos unas chanclas y se daban un baño. De moral y de los otros. Pa despejar.