En nombre de Dios, en cualquiera de ellos, se han cometido demasiadas atrocidades. La última ayer en Bruselas. La próxima, seguramente no tardando. No tengo la solución. Lo que tengo es muy claro que nosotros somos las víctimas y los refugiados, más. A nosotros quieren matarnos en un aeropuerto, en el metro, con una bomba. A ellos los matan cada día en sus mismas casas y, cuando las abandonan, los siguen matando. Lo hacen los mismos que disparan contra nosotros y también, de paso, nosotros mismos por omisión, por mirar para otro lado. Pero ya no se puede mirar para otro lado, porque el horror lo ocupa todo. Y no tiene lados, si acaso aristas. Y a lo mejor ha llegado el momento de actuar. Puede que ya no valga con que solo una parte esté en guerra. A lo peor ya está. Ya estamos.