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Hablando del tiempo

Los ascensores se inventaron para tener un sitio en el que hablar del tiempo. Y resultaron de lo más eficaces. Tamaño justo, para evitar aglomeraciones y, por tanto, discusiones multitudinarias; habitáculo en tránsito, para que nadie salga corriendo, y viaje corto, cortísimo, para que el personal no se aburra ni se corte las venas. El problema llega ahora que se ha perdido la costumbre hasta de saludarse en el ascensor, nada hay que más me moleste, por cierto, pero este ya es otro asunto. Porque el problema, claro, no es del ascensor. Hemos cambiado tan acertado e higiénico lugar por internet y, más concretamente, las redes sociales. Y ahora el lugar para hablar del tiempo es Facebook y es Twitter y es Instagram. Y se habla las 24 horas. Y más que eso: no se habla, se monologa y, sobre todo, se vomita, verbo que viene últimamente sustituyendo al de protestar en este caso y en todos los casos en general. Si llueve, porque llueve, como si Asturias, en este caso, fuera verde porque la pintamos a pistola; si hace sol, que también lo hace, porque calienta y cocemos como centollos. En fin, que feliz otoño. ¿A qué piso decía que iba?

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por María de Álvaro

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