En 1982 el Ayuntamiento de Cangas de Onís declaró en solemne Pleno municipal persona non grata a un famoso escritor, premio nobel para más inri, que se atrevió a meterse con la Virgen de Covadonga. Sea verdad, leyenda o mito aquel famoso exabrupto que recordaba el tamaño de la Santina el caso es que el famoso escritor dejó de concitar quereres a este lado del Pajares. Quereres de creyentes, agnósticos, ateos y hasta descreídos porque, como todo el mundo sabe, al parecer a excepción de Camilo José Cela, la ‘reina de nuestras montañas’ forma parte del patrimonio asturiano, del de todos. Y buenos somos nosotros para nuestras cosas desde tiempos de Pelayo, y hasta del Sidrón.
Viene esto al caso, con permiso de las comparaciones, de la última polémica del Sporting. Resulta que el nuevo entrenador ha prohibido al capellán del equipo entrar en el vestuario. Esgrime Rubi la sacrosanta laicidad y lo cierto es que nadie puede, o no debería, quitarle la razón. Al menos no la razón teórica, pero ya se sabe que, en teoría, funciona hasta el comunismo, y no lo digo yo, lo canta Nacho Vegas. Así que nadie defiende que un equipo de fútbol tenga cura ‘oficial’ a estas alturas de la película, no, pero Fernando Fueyo es una institución en el Sporting y su intervención –un padrenuestro antes de cada partido que reza (o rezaba) con él quien quiere, naturalmente-, algo tan inocuo que resulta increíble que el entrenador pierda siquiera un segundo en esto con la papeleta que tiene, que tenemos, por delante. Eso por no hablar de que tal y como está la Liga no nos viene mal ninguna ayuda, especialmente si llega del cielo. Un milagro. Eso es justo lo que hace falta.