foto: Alex Piña

Para el hombre que no tiene conocimiento
los árboles son sólo árboles
el cielo es sólo cielo
y las rocas son solo rocas.

Pero para el hombre con algo de conocimiento
los árboles ya no serán solo árboles
el cielo no será sólo cielo
y las rocas no serán solo rocas.

Sin embargo, para el hombre con pleno conocimiento
los árboles son de nuevo sólo árboles
el cielo sólo cielo
y las rocas, una vez más, sólo rocas.

Rescata estas palabras que no sé si llamar poema o fábula o cuento José Ramón Cuervo-Arango para su exposición de fotografía en el Bellas Artes de Asturias. Las rescata precisamente para presentar árboles, cielos, rocas… caballos, edificios, calderos y hasta nietos que son sólo son eso, que no es poco, sino todo.
Cuervo-Arango ha colgado en el museo un conjunto de “emociones”, él las llama así, que Juan Manuel Bonet ha bautizado como “microhistorias”, casi “novelas”. Allí hay un ‘holandés errante’ entre las brumas del cabo Peñas, cantos rodados que parece que hablan y otros que guardan escrupulosos silencios. Hay niños que son ‘caricias del alma’ y lomos de vaca que se confunden con la partitura de una melodía secreta. Hay edificios que se caen y otros que se levantan y escaleras por las que dan ganas de subir a donde sea, incluida ninguna parte. Hay hortensias que parecen joyas, probablemente porque lo son, y cementerios en los se escucha el silencio, seguramente porque suena.
Hay fotos, todas en blanco y negro, todas en pequeño formato, y todas cargadas de poesía. Y son sólo fotos. O sea, un mundo. O varios.