Cuentan que un día en un chigre, lugar en el que, como todo el mundo sabe, se toman las decisiones más importantes, se tienen las conversaciones más determinantes y se rascan, por tanto, las noticias buenas, una exlideresa de cierto partido conservador dio el siguiente titular: «En Asturias, somos un poco rojos hasta los de derechas». La cosa no pasó a mayores, como no suelen pasar las cosas en los chigres, pero la frase quedó para los anales. Y pa otru culín. Realidades, tópicos y análisis sociológicos de barra al margen, hay dos maneras de ganar unas elecciones: ganando y arrasando. Y el domingo el PSOE de Barbón arrasó. Lo hizo porque 20 diputados hoy, con siete partidos tocando pelo, están a la altura de las ‘mayorionas’ de cuando éramos ricos y vivíamos felices y comíamos de Hunosa y de Ensidesa; de cuando los 45 diputados eran ‘mitad pa ti, mitad pa mí y lo que sobre para Izquierda Unida’. O así. El de Laviana, con su discurso de Laviana, arremangao y sin corbata, supo hacerlo, y supo subirse a la ola, al tsunami que provocó con buen cálculo y buena suerte Pedro Sánchez desde Madrid.
Sus 20 diputados son el golpe, suave y con modales, es cierto, pero golpe al fin y al cabo, sobre la mesa. Sobre la mesa básicamente de Podemos, que después de estrenarse con nueve diputados se queda con cuatro y libra por los pelos el grupo parlamentario propio. Y llegados a este punto eso no es ninguna chorrada, que los gritos en el mixto pueden oirse en Taramundi, que meter en el mismo gallinero a Vox, Foro e IU es al sector avícola lo que mezclar churras con merinas al ovino. O agua con aceite, o más bien con gasolina. Los primeros llegan subidos de tono, porque así es su naturaleza, y además debutan con ganas de entrar en la Junta como Clint Eastwood en ‘Sin Perdón’, al grito de «¿quién es el dueño de esta pocilga?»; los segundos y los terceros, no tanto, que para atrás siempre se camina peor que para adelante a menos que uno (unas en este caso) sea Michael Jackson, y ni Carmen Moriyón ni Ángela Vallina presentan maneras de ‘Thriller’, al menos de momento. Todo se andará. Y eso que la todavía alcaldesa de Gijón, aunque sea por un suspiro, tiene más pinta de pedir otra vez bisturí que de morir matando en la calle Fruela. Qué necesidad.
Y hablando de enfermos y hospitales: ¿Qué pasa con el PP? Pues ahí sigue. Sin ‘sorpasso’ ni de lejos y con apenas una baja entre los daños colaterales. Eufórica está Tere Mallada, y no es para menos, que ya se sabe que los éxitos y los fracasos se miden siempre en función de las expectativas, en el amor y en la guerra. El Partido Popular llegó al día D con varios bypass recién puestos y una buena colección de autolesiones. Y ahí está, en planta y listo para volver, como McArthur. Contra todo pronóstico y contra sí mismo. O misma, no sé si me explico. ¿Y Ciudadanos? Pues lo mismo, pero al revés, aunque eso mejor se lo preguntan a Juan Vázquez.
Así que se acabó lo que se daba. Las fuerzas de la naturaleza han vuelto a colocarse, y Gijón para el PSOE, y Oviedo para el PP, y Mieres para Anibal, que hoy debe de andar paseando elefantes por San Isidro. Y aquí paz y después… Después la reconversión industrial pendiente, la transición ecológica pendiente, las comunicaciones pendientes y la demografía pendiente de un hilo. Pero esa ya es otra historia. Tienen cuatro años para escribirla y un curro por delante que asusta. Seguiremos vigilando: como la guardia de la noche. Muro, mientras el mar no se lleve el de San Lorenzo y sigamos sin variante de Pajares, tenemos como para aburrir.