Siempre me repateó ‘La Flaca’ y me revolvió el estómago el “de según como se mire todo depende”, pero bailé con Pau Donés, home claro, como cualquier hija de los 90. Y desde que hizo pública su enfermedad le perdoné (como si a él o a alguien le importase, mira tú) lo de los huesos y todo lo demás, no por estar enfermo, naturalmente, sino por tener un par, por contarlo, por hacerlo normal, por confesar sus miedos, por no sonreír todo el rato y por pasar del lenguaje bélico. El cáncer no es una batalla y quienes lo padecen no son guerreros. Son enfermos y tienen todo el derecho del mundo a quejarse y a protestar y a que sean los tratamientos los que les curen y no el ‘buenrollismo’ rampante e impuesto. A eso o a lo contrario, claro. Porque tienen derecho a vivirlo como les dé la gana. Lo siento. Lo siento infinito. Nadie con tantas ganas de vivir debería morirse, y menos siendo un guaje de 53 años. Seguiremos bailando. El Pau también, aunque ya de otra manera.