Aena suena mal. A mí, no sé por qué, siempre me ha parecido el nombre de un pez abisal, uno de esos enormes y feos que devoran lo que van encontrando porque son ciegos. Pero resulta que eso son manías mías personales, porque Aena solo significa Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea. Nada más. Aunque como casi todas las manías tienen un porqué, ahora resulta que Aena está actuando en modo pez abisal. O eso parece. Y nos quiere cortar la pista de Ranón, que como todo el mundo sabe está en Santiago del Monte y no en Ranón, pero también Versalles está en Avilés y Las Vegas, en Corvera, y no pasa absolutamente nada. La cosa es que además nos quiere quitar eso que llaman radioayudas NBD, que abisal no suena, pero raro bastante, y no sé cuantos elementos de seguridad más que, al final, para el común de los mortales, lo que significa son vuelos cancelados y desviados, términos que ya sí nos resultan más que familiares.
Sinceramente, a mí esto me preocupa poco o nada. Y no lo hace porque de todo lo que he leído que nos quiere hacer Aena hay algo que me tiene lo suficientemente aterrada como para olvidarme del resto, incluidos los tres millones de nada que se gastaron hace solo tres años en adecuar esa pista que ya no vale. Resulta que dicen los controladores que con estas medidas, lo que está haciendo Aena es privarnos de ‘plan b’ de aterrizaje. Y no se me ocurre nada peor que pueda sucedernos. Ni la eterna caleya entre Unquera y Llanes, ni el Aquapark que tenemos montado en la variante de Pajares, ni la incapacidad genética de nuestros políticos a firmar presupuestos, ni nuestros índices de desempleo o la sangría de la población son un problema para nosotros, gentes históricamente capaces de reconquistar lo que haga falta aunque sea pertrechándonos en una montaña y lanzando unas piedras. Pero ya no, queridos compañeros de patria, ahora nos quedamos sin plan B. Y sin plan B, hasta Napoleón pierde batallas. No nos queda nada. Sobre todo que aguantar.